¨Contigo¨

Hoy pienso despertar teniéndote en mi mente desde el primer momento.
Pensando en estar contigo, lamentándome primero por no poder sentirte cerca y aliviándome después por saber que el remedio será solo una cuestión de tiempo. Testigo de ello será mi almohada, hogar de los abrazos que me gustaría dedicarte y centro paliativo del síndrome de abstinencia que has conseguido instaurar dentro de mí.
Te daré los buenos días de la forma más especial, con la única y mayor esperanza de robarte una sonrisa que hace conmigo lo que quiere y cuando quiere. Esperaré de igual manera los tuyos. Sintiéndome como una niña pequeña aguardando alegre e impaciente a la salida del colegio la llegada de su madre que le lleve de vuelta a casa. Porque casa es donde sonríen al verte. Y adivina quién es mi casa, mi escondite favorito, mi terraza iluminada con vistas al mar, mi suelo y mi techo. Adivina quién es el mejor lugar donde puedo estar.
Iré a buscarte y esperaré a unos metros de la puerta, con la ilusión de verte aparecer de la nada.
Para ver cómo, al acercarte, va disminuyendo la distancia entre los dos y aumentando la tensión entre nosotros. Una tensión únicamente aliviada tras ese beso dulce y reconfortante que nos entrelaza, nos reafirma. Y nos hace saber que, lo que somos, lo será para siempre. Me río yo del vértigo.
Ahora que te tengo cerca, permíteme compartir contigo mi espacio vital, cada vez menos diferenciable en necesidad del que se crea junto al tuyo. Déjame ponerte al día de nuevo mientras, con la mirada, me dices que eso ya te lo he contado. Y preguntarte, como sabiendo la respuesta, si me quieres y me has echado de menos. Acepta mi invitación para hacer lo que nos dé la gana durante las próximas horas. Desde tumbarnos en el parque hasta recorrernos el lugar sin más combustible que una bolsa de pipas y una conversación interminable. Pasando por escaparnos a esos rincones predilectos que den rienda suelta a nuestros instintos y sentimientos.
Aprovechemos y dediquémonos el tiempo que tengamos entre manos.
Pues él se encargará de esfumarse cuando volvamos a mirar el reloj. Dejémoslo todo atrás, ya tendremos tiempo de volver. Tranquilo, no tengas prisa, que tú y yo vamos muy lejos.
Llegado el momento, me negaré a despedirme. Es algo para lo que nunca estaré preparada. Cuando se trata de volver a verte, «pronto» suena a demasiado lejos. Con resignación, tomaré el camino de vuelta y hasta llegar a mi casa, permaneciendo unos minutos en la puerta para decirte que llegué sana y salva. No pararemos de hablar hasta que llegue la hora de irnos a la cama, cada uno a la suya, algo temporal, prometiéndote que en el futuro será lo primero con lo que amueblaremos nuestro hogar. Planearemos juntos lo que haremos mañana y te daré nerviosa las buenas noches, cerrando el ciclo de lo que podría llamar un día ideal. Mañana más y mejor. Contigo.
Si esto es caer en la rutina, por favor, no me saques nunca de ella.


Comentarios

Entradas populares de este blog

Te diré para qué te quiero.

Perdóname por escribir esto.

¿Qué pasó la última vez que nos vimos?