Va a ser verdad.
Va a ser cierto aquello de que el tiempo ayuda a olvidar y de que pasa a toda prisa. Que aunque no te guste esperar, y en ocasiones lo mejor es lanzarse a la piscina lo más rápido que puedas, a veces hay que aprender a esperar. A no pensar tanto. A armarte con toda la paciencia de la que seas capaz. Porque hay cosas que llegan con la primera marcha puesta y a 20 por hora. Pero llegar, llegan. Va a ser verdad que hay heridas que nunca terminan de cicatrizar porque te empeñas en acariciarlas cuando nadie mira. Aunque sea de tanto en tanto. Aunque sea solo un poco. Aunque haya pasado media vida. Cuando las reabres sin querer, cuando no le das tregua para olvidar o cuando les soplas en un vano intento de que dejen de escocer. Que hay recuerdos que irritan, pican y se infectan. Pero también hay memorias difíciles de silenciar. Las que no ocupan espacio pero llenan cualquier vacío. Esas que vale la pena revivir. Mil y una veces. Y puede que alguna más. Y que son esas, precisamente, l