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Mostrando entradas de octubre, 2020

Mi serendipia.

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Siempre he pensado que las casualidades son coincidencias que no existían para muchas personas, que eran muy pocas las personas afortunadas por encontrarlas, por vivir su serendipia. He pensado durante largo tiempo que las casualidades se construyen, que están llenas de causalidad, de intención y de mucha estrategia detrás. Que si te pones a pensar, dos más dos son cuatro, y hay demasiada coincidencia para ser casualidad. Que si me pasaban a mí, me daban mala espina y si les pasaba a los demás me parecía sumamente bonito y romántico. Hasta que te conocí. Cuando no pretendía ser receptiva, cuando evitaba al sexo opuesto con toda mi alma, cuando era una borde para evitar que la amabilidad se confundiera, cuando las experiencias que parecían ser no fueron, cuando los que creía príncipes resultaron ranas, cuando me mojaba con la lluvia y no me secaba, cuando decidí que sólo estaba yo… apareciste tú. Y de casualidad. De casualidad, de sorpresa, sin darme cuenta, y mi sorpresa al darme cuent

Por los que ya no.

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Hacer fuerza con los ojos, tratar de dormir. De nuevo. Tratar de no despertar, de hacer como que aún duermes. Cerrar los ojos y sentir que te tiemblan los párpados del esfuerzo. Fingir que no es hora de abrirlos, que no hay por qué levantarse, que no hay nada mejor que hacer. Pretender que la luz no molesta, que no es ni siquiera de día. Volverte a dormir de hecho, y sumergirte en el reino de tus sueños. Aquel en el que campas a tus anchas, aquel en el que no hay monstruos que te perturben ni batallas que acaben mal. Aquel en el que los castillos rebosan ilusiones, deseos, personas. El mismo en el que el reloj se congeló y nadie parece haberlo percibido. Un reino en el que las sonrisas no se esconden, al contrario se regalan a desconocidos. Donde  no hay abrazos olvidados que echar de menos.  Donde no hay prisas por llegar a ningún lugar, ni ausencias que requieran excusas que perdonar. Tratar de dar marcha atrás en el tiempo y poner en hora el reloj. Volver a un instante concreto. En

Tus personas.

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Las que hoy están, las que en algún momento estuvieron, las que algún día vendrán. Quienes te enseñaron de la manera en que menos te hubiera gustado. A base de engaños, de desengaños y de muchas noches de desvelo. Quienes pusieron de menos y se llevaron de más. Hasta una parte de ti que te costó recuperar. Que hicieron y deshicieron sin valorar lo que dabas, lo que eras, lo que valías. Pero que algo te enseñaron. Por no decir mucho. Hubo quienes, por el contrario, te dieron lo mejor de sí mismos. Su tiempo, su compañía, su infinita paciencia. Quienes estuvieron en las buenas y en las malas. En tus días más insoportables y en tus momentos más bajos. Quienes te esperaban ver entrar y te ayudaron a salir. Te metieras donde te metieras. Quienes te hicieron ser lo que hoy eres. O gran parte. Quienes apostaron por ti, cuando tú mirabas hacia otro lado y hasta escurrías el bulto. A quienes no puedes imaginar en ningún otro lugar, que no sea en tu vida. Incluso quienes ya se fueron para no vol