No estás aquí, pero si conmigo.

Te fuiste, y aunque las cosas son ley de vida y ley de muerte, confieso que es complicado asimilar que ya no estarás aquí. Dicen que los abuelos deberían ser eternos y yo me pongo en el otro bando para contradecirlo porque cuando algo es para siempre no se llega a valorar del todo y sin embargo cuando las personas son efímeras se las quiere un poquito más, y mas aún cuando sabes que la edad las hará marcharse porque como me dicen todos, es ley de vida. 

Ahora se me anuda el llanto en la garganta y no sale fácilmente, me invade la duda de si aproveché el tiempo a su lado lo suficiente, si no la defraudé, si se siente orgullosa allá donde esté. 

Me gusta mi otro yo, que no para de repetir te quiero, siempre y hasta siempre, porque quizás nunca llegamos a decirlo lo suficiente mientras les tenemos arropando nuestros sueños.

Joder, recuerdo todo lo que viví con ella, sombra y paracaídas que estaba siempre a mi lado cuando las cosas fallaban, segunda madre y por eso duele tanto cuando tienen que marcharse por la puerta grande.

Gracias a los abuelos por enseñarnos tanto aún en silencio y sin saberlo, ellos son los seres más reales que el mundo podría tener y también los más cencerros. Siempre estarás aunque sea en mi recuerdo para toda la vida porque lo importante, te prometo, que no se va así como así. Nos veremos cuando la muerte decida juntarnos una última vez, porque como todo, es ley de vida y ley de muerte, y yo sinceramente te quiero, porque no estas aquí pero si conmigo.



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