Siempre serás eterna.

Como si fuera ayer y el tiempo no pasara, como si las arrugas de tu cara fueran un complemento más, como si no fuéramos conscientes de que los días pasan factura, como si quisiera tapar la realidad con una venda y cogerte la mano para siempre, como si buscase no perderte nunca y que el olor de mi plato favorito de ti abuela no desapareciera algún día.
Me has hecho creer en lo eterno, en que si algo se rompe no se tira, se arregla. En que los héroes no siempre llevan capa, a veces hasta les faltan dientes y caminan lento. 
Me has hecho creer en que se puede mirar a los ojos y ver magia, sin trucos, solo con unas manos que aprietan fuerte y que nunca sueltan.
El mejor lugar cuando todo dolía era tu regazo abuela, abrazándome los miedos y calmando las tormentas que no dejaban de llover por dentro. 
Que la vida no es fácil pero era más llevadera si se te escuchaba un domingo en el sofá a media tarde o cuando fuese. 
Que contigo la cocina siempre estaba abierta y se podía jugar con todo, incluso con la hora de irse a dormir cuando era pequeña. 
Abuela, por la paga extra de vez en cuando y las estrenas de cumpleaños, para que me comprase lo que quisiera. Y ojalá hubiera podido comprar más vida para ti.
Por tu anciana sonrisa que siempre ha demostrado amor, del de verdad y no del de ahora.
A ti abuela, por hacerme creer en la eternidad, por hacerme olvidar qué es la palabra efímero si se trata de tu nombre, por desplegar esas alas tan tuyas y hacerme creer en la inmortalidad, al menos la del amor que nunca sabré escribir, porque es inefable.


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