Eres tú.

Tú, que apareciste en la más mínima casualidad, que encontraste mis ojos cuando yo me había fijado en los tuyos, que desprendías toda la calma que mi corazón en tormenta estaba buscando, y lo hiciste, sin más.
Que llegaste para poner todo lo que habían trastocado otros en su sitio, sin previo aviso, con esa dulzura tan tuya y tus ganas de comerte el mundo.
Que las casualidades me parecían coincidencias hasta que apareciste tú, haciendo que todo el universo estuviera a  nuestro favor.
Que de tanto mirarnos acabamos sabiéndonos de memoria y que de tanto buscarte entre la gente acabe encontrándome con tu boca, con esa risa que tanto me provoca.
Porque las horas nunca me han pasado tan deprisa cómo cuando tú estás rozándome las costillas encima de la cama y me besas en la frente. Porque madrugar se ha vuelto mi deporte favorito si es contigo entre las sábanas.
Que puedes ocultarme que es lo que piensas, pero la manera que se te dilatan las pupilas cuando ven mis ojitos, lo dicen todo. 
Que la locura que recorre tu cuerpo es la misma que las ganas que tiene mi cintura cuando la coges de ambas partes y la estrechas contra tu piel.
Que buscas cualquier momento para que sea perfecto y para darme un abrazo, de esos que más hacen falta cuando todo lo de alrededor es gris. 
Que te duermes conmigo en el pecho con los dedos enlazados con los míos.
Y que no sabías que te estabas acercando a un bidón de gasolina, donde tú eres la mecha que faltaba para incendiarlo todo.
Tú, que te tiras de cabeza conmigo y dejas los miedos apartaditos para quien los quiera coger, que arriesgarse también es lo suyo, sobre todo cuando piensas que no hay nada que perder.
Y que de tantas manos que podía coger con mi meñique para cruzar un paso de cebra, la tuya es de la que me quiero sujetar para no volverme a perder.



Comentarios

Entradas populares de este blog

Te diré para qué te quiero.

Perdóname por escribir esto.

¿Qué pasó la última vez que nos vimos?