La gravedad siempre gana.

<<La gravedad siempre gana>>, me decías mientras te ibas marchando, poco a poco, como si fuese una eternidad. Y nos mirábamos mientras tanto. ¿Sabéis cuando quieres decir tantas cosas que no dices nada? Pues eso. Ni tocarle alargando el brazo podía. En aquella distancia, en aquellos pocos metros, había una brecha y, allí abajo, nada. Negro. Si me hubiese movido habría caído. Luego escuché cerrarse la puerta. No fue un portazo, fue un susurro. Una caricia contra la conciencia y, como de una pesadilla, desperté repentinamente. La temperatura había caído dieciocho grados, por lo menos. Y la habitación parecía el doble de grande. O a lo mejor era yo, que me había vuelto más pequeña. Si, es cierto que mi corazón latía raro, ni rápido ni lento, quizá sin ganas. <<¿Y ahora qué?>>, me preguntaba. Así que me senté en el sofá y me puse la tele. Subí el volumen y presté atención al parte meteorológico. Se avecinaba una tormenta en mi habitación. Por lo demás, en casi toda la península haría buen tiempo. No podía tenerlo todo, ni perderle sin que eso conllevase que también me perdiese yo, aunque solo fuese un poco, pero lo suficiente como para no saber encontrarme a tiempo. Y me vino a la cabeza eso de.. <<Y si hubiera sido quien tú quisieras... si hubiera sido quien tú quisieras... todo el tiempo... todo el tiempo>>. Pero tenías razón, cariño: la gravedad siempre gana.


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