Huellas grabadas.

Tengo huellas grabadas en el alma de personas que han pasado por ella y que ya no siguen, y no por decisión propia. A veces, la vida te rompe y te deja huecos que nadie podrá volver a ocupar. Tendrán que cubrirse, pero no encajan a la perfección porque ese lugar tenía nombre y apellidos y nunca podrá ser sustituido. 

Me despedí o quizá no llegué a hacerlo del todo, lo que si sé es que por mucho tiempo que pase hay cosas que no se olvidan, aunque eso no quiere decir que no aprendas a vivir con ellas. A vivir con ausencias, recuerdos y la esencia de alguien que ya no sigue, pero que nunca dejará de brillar.

Eterna cómo ese momento en el que nos quedaremos a vivir. Libre como el pájaro que vuela sin dirección y viaja a través del cielo hacia donde le da la gana. Mágica como la lluvia de estrellas, como el eclipse que te fascina tanto que te atrapa, cómo el primer llanto de un recién nacino, como la vida misma.

Ella era vida y ahora la vida la echa de menos, porque un día, sin quererlo, se fue. Pero aún estando lejos, allí arriba, sigue aquí. Al lado, siempre. Es verdad que hay personas que nunca fallan. Sigue haciéndome reír con los miles de recuerdos. Sigue ayudándome, haciendome fuerte y estando en mi corazón. En mi día a día. Recordándome que aquí sigue y que nunca se irá.

Aquel día supe que nunca aprendería a despedirme, porque hay huellas que se quedan en forma de persona para el resto de la vida. Y esa es la mejor forma de recordarla.

Sabiendo que no está, pero que nunca se fue.



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