Mi serendipia.


Siempre he pensado que las casualidades son coincidencias que no existían para muchas personas, que eran muy pocas las personas afortunadas por encontrarlas, por vivir su serendipia.

He pensado durante largo tiempo que las casualidades se construyen, que están llenas de causalidad, de intención y de mucha estrategia detrás. Que si te pones a pensar, dos más dos son cuatro, y hay demasiada coincidencia para ser casualidad. Que si me pasaban a mí, me daban mala espina y si les pasaba a los demás me parecía sumamente bonito y romántico. Hasta que te conocí.

Cuando no pretendía ser receptiva, cuando evitaba al sexo opuesto con toda mi alma, cuando era una borde para evitar que la amabilidad se confundiera, cuando las experiencias que parecían ser no fueron, cuando los que creía príncipes resultaron ranas, cuando me mojaba con la lluvia y no me secaba, cuando decidí que sólo estaba yo… apareciste tú. Y de casualidad.

De casualidad, de sorpresa, sin darme cuenta, y mi sorpresa al darme cuenta de que yo ya te conocía, de algún lado me “sonaba” tu cara. Rebuscando entre mis recuerdos y entre tantas caras que a lo largo de mi vida he podido ver, logré descubrir de dónde me “sonabas”. Coincidimos años atrás. De nuevo serendipity.

Y como tú bien un día me dijiste, nos conocimos cuando era el momento, ni antes ni después, nos encontramos en el momento justo, y en el momento sonreímos y nos descubrimos.

Tu manera de pensar, tu humor, tu risa, tu manera de hacerme pensar, tu forma de hacerme sentir, tu mirada, tú, tú, tú… TÚ. Sin más. Sin saber por qué.

Poco a poco y sin pensar en nada más, de nuevo casualidad, sin darme cuenta has llegado a mi vida y al parecer eres algo como mi casualidad inesperada.

Porque echo de menos si no me hablas y echo de menos si no te hablo.
Porque echo de menos si no me escribes y echo de menos si no te escribo.
Porque echo de menos que me beses.. y besarte.
Y que me toques, y te muerda y te rías conmigo.
Porque echo de menos tus silencios conmigo y mis silencios contigo.
Nuestros silencias antes de un beso.

Soñarte despierta y despertarte dormida. Dulce anhelo de deseo, luces de colores, pequeña montaña rusa, y me cojo de tu mano. Carrusel musical lleno de sabores: dulce y salado, ácido y amargo, suave y picante, tierno y excitante. Explosión de deseo.

Y sigo con lo que te estaba contando porque me voy por las ramas: por eso te sueño despierta, mirando un punto fijo en la pared, en el trabajo o entre mis manualidades de casa. Sonriendo como una tonta, sonrisa omnipresente, y con la mirada perdida. Imaginando, imaginándote. Soñando, soñándote. Qué bonita casualidad eres.

Y por eso te despierto dormida, cuando sueño y me escribes a las 8 de la mañana. Cuando te pienso en la oscuridad, cuando te pienso en la cama. Y luego leo tu mensaje recién despertada, con un ojo cerrado y el otro medio ciego, todavía soñando que estoy entre tus brazos. Y todavía con el calor que desprende el edredón de la cama, te doy los buenos días. Y me acabo de despertar, y te acabo de despertar. Mi serendipia. Mi casualidad bonita e inesperada.

Soñarte despierta y despertarte dormida sólo tiene sentido ahora contigo, cuando te miro y me miras, cuando te sonrío y me sonríes, cuando me acaricias y te acaricio, cuando me coges de la mano, cuando bailamos mientras me besas. Porque ahora ya creo en las casualidades para mí, porque te conocí, pequeña casualidad. En el momento exacto. Porque somos diferentes y sin embargo vamos y miramos hacia la misma dirección, hacia un tú y yo, hacia un nosotros. Hacia un mundo de dos, el tuyo y el mío, y pese a sonar cursi y desprender azúcar a más no poder, ahora mismo mientras escribo esto, no concibo no hablarte ni decirte mis buenos días o mis buenas noches, mi pequeña gran casualidad.







Comentarios

Entradas populares de este blog

Te diré para qué te quiero.

Perdóname por escribir esto.

¿Qué pasó la última vez que nos vimos?