Y entonces llegaste.

Llegaste y me arrancaste el corazón, o al menos le diste un vuelco. Llegaste cuando estaba preparada, y no antes porque no te hubiera visto. De hecho apareciste antes de tiempo y no te vi, hasta que cambié de ojos.

Tú, que no eres para nada perfecto, has conseguido incluso eclipsar a aquello que fingía serlo.
Tus buenos días, que se convierten en los míos. Aunque hayan sido tan escasos. Quizá sean los únicos o los primeros de muchos. Porque no sé si serás para siempre o tan pasajero como una estrella fugaz. De todas formas no me importa, porque lo que me has dado es mucho más importante que cualquier deseo que pudiera pedir una noche de mediados de agosto.

Te quiero sin quererte, porque en tan poco tiempo es imposible. 
Pero te conozco a miradas. Te intuyo por la verdad de la noche y por el cariño de la mañana.

Y poco más puedo decir de momento de ti.
Quizá lo más bonito sea que quiero saber más. 
Y que gracias por llegar.


Comentarios

Entradas populares de este blog

Te diré para qué te quiero.

Perdóname por escribir esto.

¿Qué pasó la última vez que nos vimos?