Amigos y charlas terapéuticas.

Todos estamos bien pero, ¡ay!, hay tanto que podría ir mejor. Tenemos veintitantos ya, porque el tiempo pasa muy deprisa y por mucho que nos lo decían nosotros no nos lo creíamos. Hasta que un día nos levantamos y nos dimos cuenta de que éramos, ¿como lo llaman? Ah, sí, adultos.
Quedamos, nos sentamos al rededor de una mesa de un bar cualquiera, y nos decimos que necesitamos una cerveza, como si fuera la pócima mágica para todas nuestras desventuras. Porque hay que olvidar que esta semana la vida nos ha pasado por encima, otra vez. No sabemos muy bien cual es el objetivo de esas largas conversaciones que nos dejamos las cuerdas vocales para ver quien ha sido el más desgraciado, y es que una vez que empiezan nuestros discursos no hay quien nos pare. 
Yo creo que todos buscamos desahogarnos, captar un poco de atención y de ese cariñito que solo te dan los amigos cuando te ponen una mano en el hombro y te dicen que te entienden, que todo va a ir a mejor, que te des tiempo, o que van a matar a esa persona que no te trata como debería. 
Qué sensación mas bonita, normal que seamos adictos a estas charlas.
En realidad, no nos va tan mal en el trabajo, el terreno amoroso tiene sus desniveles y la verdad, de salud tampoco nos podemos quejar. Pero siempre encontramos un motivo para bajarnos de la vida. 
Yo creo que estas charlas son terapéuticas. Que tendríamos que tenerlas mas a menudo y no saltarnos una, como las pastillas que te receta el médico si estas mala.
Porque al final, cuando hemos expuesto nuestras desgracias, siempre hay un ¨podría ser peor¨. O la versión premium, que solo se usa cuando la semana ha sido realmente mala, ¨pero estamos vivos¨. Todo muy dramático, muy nosotros pero, oye, al final funciona.
Y te vas a casa un poco más ligera, como si hubieras dejado algo de peso en aquel bar.


Comentarios

Entradas populares de este blog

Te diré para qué te quiero.

Perdóname por escribir esto.

¿Qué pasó la última vez que nos vimos?