(Casi) la historia de mi vida - Parte II.

Aquella historia acabó dejándonos como antes de conocernos, la única diferencia era que yo sabía su nombre y que la mayor parte de recuerdos los teníamos en común. No te voy a mentir, fue bonito mientras duró. Como dicen la mayoría de las historias de amor. Pero también hubo heridas que nos marcaron a los dos, y uno al final decide soltar la cuerda antes de que ésta le queme la mano de tanto estirar. Nunca pensé que acabaríamos siendo como un par de desconocidos que casi ni se miran al cruzar o que dejaríamos de hablar de la noche a la mañana. Durante un tiempo, no quise asumir que había perdido al amor de mi vida porque tampoco asumí en su momento que me había perdido yo antes. Ese es el error que la gente comete, pretende querer a otra persona sin quererse a si mismo antes y créeme, es la mayor putada desconocida. Lo peor viene después, cuando le quieres ver en todas las personas que conocerás, cuando le has subido a un pedestal tan alto que ni tu misma le puedes bajar. Cuando malditos recuerdos te llegan por cualquier tontería a la mente y que no los puedes hacer callar. ¿Que si me pasó? Por supuesto. Por suerte no le cambie el nombre a ninguno por el suyo aunque si las ganas de querer y las ilusiones que llegaban de repente se esfumaban como el humo del cigarrillo después de él. No he encontrado desde entonces a nadie que me de la calma que me falta, el placer  y las locuras que me dio él en su momento, he conocido a mucha gente y cada persona a su manera sabe hacerme reír pero a día de hoy me importa más una sonrisa que el placer de una carcajada. Llámame loca, o chica desquiciada, pero me importan más las cosquillas que van por dentro que que me acaricien la piel para intentar ruborizarla.


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