Año nuevo, misma vida.

Doce meses que dicen adiós, otro año que hace las maletas para darle paso al siguiente. Cifra cambiada pero la misma vida de siempre. Por más que propongamos hacer cambios, al final todo vuelve a la rutina de todos los años. Te prometes hacer mil cosas que luego, en la mayoría de veces, quedan sepultadas. Te prometes llevarlo todo al día y para cuando quieres darte cuenta queda un día para el examen y tú ni has empezado. Te prometes dejar de quemarte por quienes solo vienen para encender el fuego, dejar de regalarle oportunidades a quien no sabe aprovecharlas, dejar de tener preferencia a quien te tiene como opción y ponerte en esa primera posición de que nunca tendrías que haberte bajado. Que es verdad que esto no es ninguna carrera y en la vida el que va primero no siempre es el que gana, pero a veces hay que ser egoísta y mirar por ti antes de hacerlo por otra persona, y si en algún momento te apetece cederle esa primera plaza a otra persona porque piensas que en la situación en que se encuentra debe ser tu preferencia pregúntate si él, en tu lugar, haría lo mismo y entonces actúa.
Te prometes ser más fuerte y romperte menos. Llorar menos y sonreír más. Quererte más y quererlos menos. Vivir más y sufrir menos. Ser más ahora y menos ayer.
Te prometes dejar de ser un desastre y ordenarte un poco. Ser menos caos y más persona.
Te prometes mil cosas de las que luego tan solo cumples un pequeño tanto por ciento, pero no pasa nada, yo tampoco sé cumplir la mayoría de las propuestas que me hago cada vez que paso esa última página del calendario.
¿Y qué? ¿Y qué si no las cumplo? Nada. No pasa nada, porque hay cosas que no se planean. 
Puedes planear un cumpleaños, una fiesta, un regalo, un viaje, pero no puedes saber cuándo empezarás a sentir por alguien o caducarán los sentimientos por otra persona.
Tampoco puedes planear cuando alguien va a dejar de doler o la fecha exacta de la cicatrización de tus heridas internas o el final de cada una de tus batallas mentales. Porque hay muchas cosas en la vida que está en nuestras manos cambiarlas pero no fijar el momento exacto.
Y quizá mañana una persona te falle, pero el sentimiento es tan fuerte que decides darle otra oportunidad, aunque eso suponga que pueda volver a fallarte más adelante, pero justo en ese momento prefieres perdonarle porque imaginarte tu vida sin esa persona es peor para ti.
Tal vez mañana se cruce alguien en tu camino y te enseñe que tu desastre es jodidamente perfecto y que no tienes de qué avergonzarte por ser como eres. Tal vez te enseñe a bailar bajo la lluvia y a afrontar cada una de esas batallas en compañía, o quizá y una vez más, te vuelva a tocar hacerle frente sola, no lo sé. No lo sé, pero lo que sí que sé es que no merece la pena quedarse esperando a que alguien venga y te ayude a cambiarlo todo, porque a veces ese alguien nunca aparece.
Deja de hacerte promesas y limítate a vivir porque el futuro se encuentra en el próximo segundo, y como no corras pierdes el tren.




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